Conversación que se escucha con el corazón

Hay libros que se leen con los, otros que se sienten. Música, sólo música pertenece a esa segunda categoría. Es un libro que no grita, no impone, no presume. Más bien, susurra. Y en ese susurro, Murakami y Ozawa nos invitan a sentarnos junto a ellos, en su casa de Kanagawa, en su oficina del centro de Tokio, en Honolulú o en Ginebra rodeados de discos, té y recuerdos.
Lo que encontramos aquí no es una clase de música ni una biografía. Es una conversación entre dos amigos que aman profundamente la música. Murakami, con su sensibilidad literaria y su gusto por la música clásica y el Jazz, y Ozawa, con su oído privilegiado de director de orquesta, se cruzan en un diálogo que va más allá de las notas. Hablan de Beethoven, de Brahms, de Mahler, pero también de lo que significa: escuchar, entender, leer, de cómo la música puede acompañar una vida entera, curar heridas, despertar recuerdos, o simplemente hacer que un día gris se vuelva luminoso.
Murakami escribe como quien comparte un secreto, y Ozawa responde con la sabiduría de quien ha vivido la música desde dentro. No hay tecnicismos que alejen al lector. Al contrario, todo está dicho con palabras sencillas, con emoción, con respeto. Es un libro que contagia ganas de poner un disco, cerrar los ojos y dejarse llevar acunado pro la música.
Además, hay algo muy humano en estas páginas. No sólo por las anécdotas, sino por la forma en que ambos se escuchan, se preguntan, se responden, se sorprenden. Es raro encontrar un libro que celebre el arte de conversar, y este lo hace con elegancia y honestidad. Uno termina sintiendo que ha estado ahí, entre ellos, aprendiendo sin esfuerzo, disfrutando sin prisa.
Música, sólo música no busca impresionar. Busca conectar. Y lo logra. Es un homenaje a la música, sí, pero también a la amistad, a la curiosidad, y a ese espacio íntimo donde las palabras y las notas se encuentran para hacer algo más grande que ellas mismas.
Un libro para leer despacio. Para releer. Y sobre todo, para escuchar.